Javier La Beira
Editorial Frato
Málaga 2020
Ilustración Juan Carlos Mestre
Acabo de terminar la lectura del último libro de Javier La Beira, Múnich resplandecía, título que rinde tributo y admiración a Thomas Mann: “ Múnich resplandecía. Sobre las solemnes plazas y los templos de blancas columnatas...”. Debo decir que me ha encantado y viene a reafirmar algo que me ocurre desde hace años, mi resistencia, e incluso aversión, hacia la prosa no realista o con visos de no serlo. Por no hablar de mi ya dilatada repulsión por la novela de ficción. Sufro con ello y me avergüenza, pero es algo inevitable. No me interesan las historias que construyen irrealidades, y mucho más, si la pretensión de hacerlo es ostentosa. No quiere decir que no la lea, pero como profesora de literatura, esto supone un problema porque, aunque sí me deleita la prosa ( biografías, ensayos, diarios,.... ), probablemente me pierdo el disfrute de muchas historias interesantes. Yo lo intento, de veras que siempre lo intento, pero leídos algunos capítulos, me abandono al libro con un “largo bostezo gris”, como decía Cernuda, como quien se resigna a un trabajo inevitable.
Múnich resplandecía
es un libro de viaje nacido de la ávida observación y las anotaciones de su
autor durante una corta pero intensa estancia en la ciudad. No es un libro
pretencioso, probablemente ahí radica su valor. El autor no pretende más,
que compartir con el lector sus valoraciones y opiniones sobre la experiencia,
de ahí su prosa cercana, limpia, confidencial, con leves pinceladas de humor
y una elevada dosis de conocimiento y referencias cultas. Todo ello, por
supuesto y como bien deja dicho el propio La Beira al final del libro, una vez
que los apuntes en bruto fueron tamizados, pulidos y pasados por el filtro del
estilo literario.
Con La Beira viajamos
de su mano por
algunos de los rincones emblemáticos de Múnich, muchos de ellos hitos
turísticos archiconocidos (cervecerías, parques o plazas, museos,
monumentos...). En ningún momento el autor se esconde, permanece
siempre al lado del lector a modo de cicerone y el interés del lector se
centrará, la mayoría de las veces, en averiguar cómo los percibe, cómo
adereza la visita con sus valoraciones procedentes de otras experiencias
vitales, de lecturas propias o de claves históricas que él conoce, ofreciéndonos
una bella y singular estampa de la ciudad. Poder ver el mundo a través de otros
ojos que no sean los nuestros, conocer otras realidades que existen y conviven
en el mismo tiempo y espacio, tantas como seres habitan este planeta, es una de
las virtudes de la literatura. Enternecedora es la escena en la que confiesa
que allí, en aquel momento y a sus “taitantos” largos años ya, ve la nieve por
primera vez con ojos vírgenes como los de un niño. No sé si algún día podré
reconciliarme con la literatura de ficción, de momento me parece que
la vida, la real, es radicalmente más interesante y ofrece tantas realidades
paralelas, que dudo, que ese universo real e infinito que se abre ante nuestras
miradas compartidas, este crisol de mundos, pueda alguna vez dejar de
maravillarme.