Ed.
Contrabando
Colección
Marte Poesía
Pról.
José Luis Falcó
2016
Valencia
Travesía es una vía de conocimiento a través de la palabra. El
deseo de emprender un camino de exploración parte siempre de una pregunta “¿éramos
ciegos?, ¿cómo fue capturada la creación?, ¿por dónde entraba el tiempo? ¿cuántas
noches cayeron los sonidos? ... Lola Andrés (Valencia, 1961) es una poeta
curtida en la palabra y en la abstracción. Premio Gerardo Diego por su poemario
en castellano Moléculas y astros (2002)
y Alfons el Magnanimun por su poemario Jocs
de llum (Ed. Bromera, 2006) en lengua valenciana, firma una extensa
producción como creadora y traductora en ambas lenguas.
Travesía parte de la capacidad de asombro y extrañamiento de
una criatura, un murciélago. Una criatura sin capacidad visual, ciego y guiado
por el instinto del olfato y el oído, que emprende un camino lejos de su
bandada. Es una búsqueda esencial y primitiva por lo sensorial. El extraño ser
transita por el mundo como Andrés transita por la palabra, apoyada en sus
signos (“Signos de partida”) en un deseo de depurarla y liberarla de extraños
significantes. La palabra brilla en todo el poemario por su esencialidad, en un
lenguaje limpio carente de aristas. Pero no hay conocimiento sin confrontación,
en “La matanza”, “El estruendo” o “Adentro” el animal parece perdido,
extraviado en un mundo que no comprende. No alcanza a comprender su ser dentro
de la bandada ni fuera de ella (“llevas sangre de otro/ y sangre tuya”) o (“avanzábamos
a golpes/ de signos/ entonces/ cambiaban los vientos…”). Y por fin, tras la
caza, el abatimiento y el reconocimiento de una única certeza, la certeza de
que no hay respuesta y de que el único camino es
“arder
iniciarse de nuevo
oír
la gratitud
…...reconocer
la luz
en los estambres tersos
….
des-
aparecer
en
toda
palabra…”
Es sin duda este poemario un ejercicio de
distanciamiento del autor sobre de la voz poética. El intento de “desaparecer”
del poema, de desaparecer de la palabra contaminada por el subjetivismo. Andrés
se oculta tras esta criatura que percibe la vida a través de otros órganos y
que busca y halla la belleza a través de otros signos. Menos humanos, menos
visibles pero sin duda, esenciales y eternos. La resignación final de la
criatura ante la imposibilidad de alcanzar la luz nos remonta a la etimología
de la palabra: “re-signare”, volver a entregarse a aquello que se persigue, al
signo, y es en el reconocimiento de esa entrega donde el ser alcanza la
plenitud y el entendimiento. Por aquella grieta entra: “sssss…… el viento”. Y
acaso también la luz.
Gema Estudillo
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