En 1971 y con motivo de la concesión del premio Droste a la poeta alemana Hilde Domin, el filósofo Hans Georg Gadamer escribió este discurso que sería recogido en 1982 en una antología de textos dedicados a la poeta. Hilde Domin, motivada por la ola antisemista que asolaba Europa, dejó su país en 1932 y , tras un largo peregrinar por diferentes países, entre ellos España y la República Dominicana, no se volvió a asentar en su país hasta 1959. Sus estudios, lecturas, relaciones personales y experiencias vividas a lo largo de este periplo marcaron para siempre su obra.
HILDE DOMIN, POETA DEL REGRESO
Hans-Georg Gadamer
Traducción Gema Estudillo
¿ Para qué la lírica hoy? No es necesario plantear esta pregunta cuando el poema ha encontrado otros oídos. La concesión del premio Droste a Hilde Domin habla por sí sola. Se honra con él una obra poética que avala constantemente su propia respuesta a la inquietante pregunta ¿Para qué la lírica hoy?. Estos versos que ahora se encuentran recogidos en unos pequeños volúmenes de poesía ( y que van acompañados de obras en prosa y estudios estéticos literarios de la poeta) , tienen un tono inconfundible, un tono que respira como una exhalación.
Quien sostiene en la mano el primero de los pequeños volúmenes, descubre ya desde la portada, que estos poemas, con algunas excepciones, sólo pudieron ser creados tras su regreso a Alemania y son producto de una vida madurada a largo de un destino errante. Lo cual me parece simbólicamente un acierto. Hilde Domin es la poeta del regreso.
Pensemos en qué significa esto. No significa que su exilio personal y el regreso a casa buscara y encontrara aquí su representación en la palabra. Tampoco significa que el destino común de los alemanes, el cual nos desgarró, cuyas cicatrices dejaron heridas visibles y que provocó fisuras que no se pueden cerrar, se aborde aquí de un modo poético. Deben perdonarme, pero lo que constituye el valor poético de esta obra no es la de un tipo de poesía política, ni siquiera donde las huellas imborrables de los acontecimientos ,“el silencio” y “el exilio”, el recuerdo de los años grises y el miedo renovado a la libertad, se manifiestan a simple vista. Tampoco cuando uno se da cuenta de que la exhalación de estos versos, que es tan ligera que casi se escapa, anima constantemente a creer en el regreso.
Todo eso está ahí y aún más. Regresar es algo más que el riesgo y el empeño de un ex-exiliado y el balance del destino vital sigue siendo algo más que la suma de las experiencias de la pérdida y la separación, extrañas y distantes, los desplazamientos, la amistad, el amor y cualquiera que sean las clases de experiencias que aquí se mencionen. Son poemas. Hablan de todos nosotros.Todos sabemos o tenemos que saber qué significa el regreso. Además de eso, los versos de Hilde Domin nos permiten comprender,desde una nueva perspectiva, qué es la poesía.Cualquiera que comprenda con ella qué es el regreso, sabe de repente que la poesía es siempre un retorno, el retorno al lenguaje. Aquí es donde reside el doble poder simbólico de su declaración poética.
¿Qué es regresar? Regresar no es sólo “estar-otra-vez-aquí”. El regreso es una doble despedida. Quien - tras una larga ausencia- regresa, tiene que renunciar a algo que empezaba a ser. Consideremos la reflexión en estos versos. Dicen así:
Un ciervo aparece en el bosque,
y una pequeña iglesia en una colina
con un cementerio solitario
te saluda.
Consideras su saludo
como una invitación,
que un día
-aún sin saber cuándo-
quizás a uno le gustaría
aceptar.
Y con esto puedes decir
que tú
aquí un poco más
que en otros países
estás en casa.
Si uno comienza a sentirse así y se supone que debe dejarlo todo otra vez, vuelve a ser consciente de lo que una vez tuvo que dejar atrás. Por tanto, el regreso es un regalo ambiguo. Si a uno no le es devuelto aquello que había perdido, sino que sufre una nueva pérdida. ¿ Cuál es la ganancia? El regreso agasaja con el reconocimiento, pero al mismo tiempo asusta no reconocer.
Mis pies se asombraron
de que al lado sus pies caminaran
sin sorprenderse
No es sólo que todo lo demás se haya vuelto diferente a lo que era, sino que, sobre todo, nosotros mismos nos hemos vuelto diferentes a quienes éramos. No hay vuelta atrás. Y de repente, lo sabes: aquello que parece ocurrirle sólo a los “sin hogar”
Hablas nuestro idioma
dicen en todas parte
con asombro.
Yo soy el extraño
que habla su idioma.
es en realidad lo que nos ocurre a todos. Seguimos desplazándonos y en todas partes hay asombro y ningún ápice de comprensión. Como es igual en todas partes, el regreso nunca es pura ganancia. Más aún: es una despedida - la tercera despedida. Porque ahora sólo hay de lo que despedirse, de una total separación, ya que en el regreso tampoco se trae ya nada de vuelta. Eso no quiere decir que regresar sea una decepción. Regresar es conocimiento. Ciertamente, todo conocimiento es una despedida. Pero lo que madura en la despedida es en sí mismo el conocimiento. Se gana una nueva distancia. El desánimo de la expectación se vuelve silencioso. Los objetivos ya no se persiguen de forma sistemática. Muchos se desvanecen como los sueños y el lugar al que uno llega es inesperado.Un poema, que a mí particularmente me encanta, dice algo que no sólo se aplica al viaje soñado.
Traidor viaje en barcaza
Pero el sueño es una barcaza
en la orilla equivocada.
Subes
por la pasarela de madera del ayer.
Estás invitado
a viajar sobre nubes rosas,
bajo nubes rosas,
como nubes.
Un soplo de aire,
eres tan ligero,
la barcaza tan a la deriva,
el agua tan cristalina.
Tan suavemente pierdes el rumbo:
sigues el camino hacia la pradera bajo la luz,
cuando la arena ya cruje bajo la quilla
a la sombra de los sauces.
Así el retorno se convierte en retiro. Porque, regreses de donde regreses, del exilio no puedes desprenderte.
Ineludible exilio
lo llevas contigo
te deslizas dentro
del sinuoso laberinto
dentro
en el desierto.
Uno yerra toda su vida en el desierto y sabe que el oasis fértil, en el que todo acabará felizmente, nunca llegará. Se reconoce a la poeta en uno de sus gestos más personales, cuando se lee:
Siempre la cabeza inclinada
frente a una voz
de la que ya sé
que nunca volveré
a escuchar.
Y sin embargo, eso se oye al escuchar “ Canciones de aliento” . ¿ de dónde les viene a los oyentes? Aquí la experiencia poética se eleva a la experiencia general que todos compartimos: la experiencia de la palabra. En primer lugar, ofrece la excelente y completa representación de la poesía.
Miedo
mío
nuestro
y sin embargo, cada letra.
Es así: para todos nosotros existe un abecedario fijo. La palabra se vale por sí misma, y sin embargo, cuánto riesgo hay en una palabra.
Por separado
una palabra flota
en el agua del tiempo
y gira
y se desgasta
o se hunde
La palabra que no se hunde es la que hace del poema un impresionante acierto que estremece. En él lo fugaz viene para quedarse y el viaje que emprende el aliento de la palabra llega a su destino.
Mi mano
busca agarrarse y encuentra
sólo una rosa como apoyo
Uno piensa en la flor de la boca, como llama Hölderlin a la lengua materna, la lengua de la poesía. Y entonces comprende por qué el poeta ocupa el lugar de todos nosotros. Para todos nosotros, la actitud del poeta hacia la lengua es regresar a la lengua, la despedida y el conocimiento al mismo tiempo. Por lo tanto, las palabras nunca son iguales. El poeta huye siempre de lo obvio. Del aliento del desaliento, que le produce el asombro en cualquier parte, nace el poema. Eso es un alejamiento de lo más extremo. ¿ Pero no es también una vuelta a todo lo común? No sólo es que el poeta será acogido por el idioma que todos hablan, sino que también, de alguna manera, le acompañamos en esa despedida y en el conocimiento. Así también, cuando nosotros mismos una y otra vez huimos de lo obvio, lo llamamos pensamiento; y al hecho de regresar convertido en otro, lo llamamos reconocimiento. Sólo cuando nosotros mismos vamos por ese camino, vamos también con el poeta.
Quién puede
arrojarse
al mundo
que el viento
atraviesa.
Quien puede hacerlo es el poema. La siguiente conjetura se torna permeable. Ya no es lo que se da por supuesto ni lo conocido.Y sin embargo,no es simplemente extraño, sino dudoso de una manera misteriosa. En los versos de Hilde Domin queda todavía algo de la presencia del niño.
Había una piedra,
una piedra gris,
en una colina en el campo.
“ Querida piedra”, le dije,
“tómame,
como si fueras una sillita baja
delante de la chimenea
en la que hay una olla de leche,
contigo quiero quedarme.
Desharé mis equipaje
y como un niño
que revuelve sus bolsillos
y sus canicas
y sus escarabajos aplastados
esparce en el suelo,
yo quiero los míos postrarte.
Ese “como” es más que una comparación. Uno se reconoce a sí mismo en aquello que ve en el niño, no sólo porque él también fue así, así tal cual, sino porque sigue siendo así todavía. El escarabajo aplastado, del que los mayores se ríen - ¿ no nos reímos de nosotros mismos? Eso que tenías que llevarte, porque no podías separarte de él, incluso cuando ya no es nada, el impulso que hay en cada uno de nosotros de esparcir todo lo que es de uno sigue siendo indestructible. Lo común a todos en un poema se construye a partir de todos nuestros aislamientos y percepciones.
se encuentran
se entretejen
los mensajes
cada uno le habla al otro
filtra
palabras sin sentido
y se convierte
en la palabra.
La transformación en estructura es lo que debe ocurrir para que la palabra se convierta en garantía del objeto. En el equilibrio del sonido y el sentido y en la tensión entre el sonido y el sentido, en el que toda lengua se mueve buscando y encontrando, la poesía es el regalo supremo. Ya no hay distancia entre lo mío y lo de otro, ningún atisbo del exterior que nos haga temblar: en el poema, el lenguaje logra una gran familiaridad entre la palabra y el objeto.
Palabra y cosa
yacen estrechamente la una con la otra,
el mismo calor corporal
hay en la cosa y la palabra.
Así que el retorno y la contemplación del lenguaje que realiza el poeta, no es sólo su propio regreso, en el que se encuentra de nuevo, porque lo ha perdido todo, es el regreso de todos a nosotros mismos donde nos encontramos.
Porque comemos pan
pero vivimos de fulgor.
( Artículo publicado en el núm. 451-452 de la revista Quimera. Año 2021 )