Prospect Park. New York. Octubre 2016
Fotografía cedida por Hilario Barrero
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Si hay un personaje trágico en Hamlet de W. Shakespeare, ese personaje es Ofelia. Manipulada por su padre y su hermano en su propio beneficio, repudiada por Hamlet de quien estaba locamente enamorada, Ofelia es el eje principal de todas las intrigas palaciegas. Su carácter ingenuo no soporta las afrentas de unos y de otros y su muerte supone un punto de inflexión en la obra, especialmente en la actitud de algunos pesonajes.
Este poema es mi pequeño homenaje. Tras ahogarse en el lago mientras cantaba, sin oponer resistencia a la muerte, Hamlet llora aquí su muerte:
Desperté del sueño,
Ofelia, cuando ya la luz del cielo
contenía de nuevo
el día.
Y soñé, Ofelia,
que yo era tierra, aire, humo
y fuego líquido.
Soñé también que
el tiempo
se abría en dos
y yo nacía de
dentro engendrado por la muerte,
como la hiedra
trepadora que rompe el muro
y lo atraviesa.
Soñé que había
cisnes que lloraban en la orilla
pero tú, Ofelia, no
estabas allí
ni de tu boca nacían
nenúfares
ni tú escuchaste
mis palabras
que brotaron de otro
cuerpo.
Ya nadie vestirá de
blanco aquí, Ofelia,
ni siquiera tú
que viniste al mundo
para alumbrarnos
que fuiste peón en
el juego de todos
que buscaste el
abrazo
que te precipitó al vacío
que te precipitó al vacío
y al que todos te
arrojamos.
Sigue cantando,
Ofelia,
que de tu boca
nazcan flores
que sea tu cuerpo la
luz del lago
y que todos nos
pudramos
en este mundo de
ambiciones.
Gema Estudillo
Publicado en la revista El círculo cuadrado.4
Editado por Pedro S. Sánchez.
Jerez de la Fra.