viernes, 11 de enero de 2019

EVA VAZ, Limpieza general. Número 9 Las hojas del Baobab


Eva Vaz (Huelva, 1972) ha publicado los libros de poemas Ahora que los monos se comen a las palomas (2001), La otra mujer (2003), Leña (2004), Metástasis (2006), Ruido de venenos (2013) y Trabajo sucio (2016). Su obra aparece en diversas antologías, como Carne picada, Voces del extremo, La verdadera historia de los hombres, Hankover, 21 de últimas, Femigrama, Poemas a toda plana y 23 pandoras, entre otras. Ahora mismo prepara un nuevo libro: Los pájaros muertos. Es columnista en diversos medios.
En 2010 publicó una antología de toda su obra poética, con el título de Fragil, en la editorial Baile del Sol.
Trabaja como gestora cultural en su empresa “Ex Libris” desde 1999.
 
Tres poemas publicados en el número 9 de Las hojas del baobab :

ENTELEQUIA

Hubo magia. Eso dicen,
pero yo estaba fuera,
en el día siguiente:

el 7 de enero.

En mí habita el horror de los regalos.
La muñeca sin párpados,
la caja vacía,
las pilas descargadas.
Estoy en la fractura de las muñecas rotas.
En mí, el caramelo envenenado,
la barba postiza.

Soy lo que sobra,
lo que no se recicla, lo que se amontona,
la basura:
una mujer, no joven.
Nadie.
El despojo de este país,
otro olvido,
un tumor social.

En realidad no existo: soy una invención
basada en hechos reales.

De mí habla la mitad de un telediario,
titulares, cifras, porcentajes.

Pero soy un número goloso,
venid a lamerme, perritos,
chupad mis lamentos,
jugad con ellos entre ministros.

Os dejo la desesperación:
haced un buen caldo con mis miserias.

Sois unos cabrones.

CINTA EN EL JARDÍN

“Perder placer es triste”
Luis Cernuda
Perder placer es triste,
por eso están los bares
o las casas de putas:
placeres a manotazos,
como espantapájaros que aplauden.

Tú arañabas el placer dando lengüetazos
a los restos de coca de tus libros:
leías, los vi en la mesita, libros con marcapáginas.
Es cómico encontrar
El retrato de Dorian Gray
junto a la cama de una muerta.

Perder placer es triste,
por eso desayunabas martinis con vodka,
pero no había glamour en ello:
realmente era patético.
Ya vi a la muerte ejerciendo,
con disciplina,
merodeando bajo tus piernas hinchadas.

Esa puta se ceba con los alcohólicos,
hace trabajos cochambrosos.
Se complace con estas cosas.
Y te encontramos en el jardín,
emitiendo gemidos azules.
El cian de la muerte es ordinario.

Yo guardé tu ropa limpia,
aún caliente,
porque el vodka se comía tu hígado
a mordiscos
pero tú siempre ibas bien vestida.

El móvil aún estaba cargado:
¿una conversación sobre el cielo? ¿un whatssap?
Me gustaría saber cómo se muere:
tú ya tenías experiencia.

Perder placer es triste.
Encontré aquel bolsito de boda,
tan fino, con el menú de la fiesta.

Finalmente, todo guardado en orden,
parecía un triste trastero de la vida.
Cada cual debería elegir
cómo morirse,
y tú elegiste el vino.

“Dejad las rosas para los otros”.

Descansa, morirse de alcohol
debe de ser muy cansado.
Muy indecente.

El placer se fue a otro sitio
y nos dejaste tu cadáver
en el jardín,
delante de nuestros ojos.

Y un olor a lejía que tapaba,
como un féretro,

el olor de la muerte.

EL ORGASMO

Los psicotrópicos anestesian mi deseo.
Yo me amaba a menudo
y mi sexo temblaba sagradamente.
Mi coño era feliz y desafiante
y ahora dormita en un limbo de espuma.
Y ya no es una flor carnívora,
hambrienta y hermosa.
Ahora es un cactus, una flor de plástico,
un bebé dormido y sin conciencia.
Y acabo arañando mi coño
como un suelo seco y con grietas
 un suelo de piedras.
Drogada no puedo correrme:
mi saliva no moja y mis dedos
ahora  son espinas en mi entrepierna.
Mi coño ya no tiembla,
también mi sexo está drogado
Y ya no llora obscenamente
Porque yo ya no soy yo.
Y mi sexo es una jaula.

(“Los pájaros muertos”, inédito)

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