miércoles, 2 de enero de 2019

DUNYA MIKHAIL. Tres poemas traducidos por Roberto Castillo

Dunya Mikhail nació el 19 de 1965 en Bagdad. Iraquí cristiana, creció hablando árabe y neo-arameo. Licenciada en Literatura Inglesa en la Universidad de Bagdad, ciudad en la que publicó su primer libro de poemas. Abandonó Iraq en los años noventa, cuando descubrió que el régimen de Saddam Hussein consideraba sus poesías "peligrosas" y a su autora una "enemiga". Estadounidense desde 2007, continúa escribiendo en árabe y cultivando los lazos con su país de origen. Ha publicado los libros The war works hard e Iraqi Nigths.

Publicados en el número 1 de la revista Alameda 39





LA GUERRA TRABAJA MUY DURO


¡Qué magnífica es la guerra!
¡Cuán ansiosa
y  eficiente!
Temprano en la mañana,
despierta a las sirenas
y manda a las ambulancias
a varios lugares,
balancea cuerpos en el aire,
acomoda camillas para los heridos,
convoca lluvia
de los ojos de las madres,
excava en la tierra
y  recupera muchas cosas
debajo de ruinas…
Algunas no tienen vida pero brillan,
otras son pálidas y aún palpitan…
La guerra produce la mayoría de las preguntas
en la mente de los niños,
entretiene a los dioses
arrojando fuegos artificiales y misiles
hacia los cielos,
planta minas en los campos
y cosecha heridas y ampollas,
obliga a las familias al exilio,
permanece junto a los clérigos
mientras estos culpan al diablo
(el pobre diablo permanece
con una mano en el fuego).
La guerra continúa trabajando, día y noche.
Inspira a tiranos
a elaborar largos discursos,
medallas para los generales
y temas para los poetas.
Contribuye a la industria
de miembros artificiales,
provee alimento para las moscas,
agrega páginas para los libros de historia,
acaba con la igualdad
entre asesino y asesinado,
enseña a los amantes a escribirse cartas,
acostumbra a las jóvenes a esperar,
llena los periódicos
con artículos y fotografías,
construye nuevas casas
para los huérfanos,
reanima a los hacedores de ataúdes,
da una palmadita en la espalda
a los sepultureros
y pinta una sonrisa en el rostro de líder.
¡La guerra trabaja con diligencia incomparable!
Sin embargo
nadie se lo agradece.

EL PRISIONERO

Ella no comprende
el significado de ser “culpable”.
Espera a la entrada de la prisión
hasta que lo ve, y le dice,
“cuídate”,
como solía decirle
cuando él iba rumbo a la escuela,
cuando se dirigía al trabajo
o cuando regresaba de vacaciones.
Ella no comprende
lo que le dicen ahora
detrás del mostrador
con sus uniformes de oficiales.
Le informan de que él debe permanecer ahí
solo con extraños.
A ella nunca se le ocurrió,
mientras le cantaba canciones de cuna
en esos días distantes,
que algún día, él terminaría en este frío lugar
sin ventanas ni lunas.
Ella no entiende,
la madre del prisionero no entiende
por qué debe abandonarlo
sólo porque
“terminaron las visitas”


EL ZAPATERO

Un hábil zapatero,
a lo largo de su vida,
ha machacado los clavos
en el cuero liso
para una variedad de pies:
pies que vuelan
pies que patean
pies que se zambullen
pies que persiguen
pies que corren
pies que pisotean
pies que brincan
pies que tropiezan
pies que aún son
pies que tiemblan
pies que danzan
pies que regresan…
La vida es un puñado de clavos
en la mano de un zapatero.


de The war works hard
Traducción del inglés: Roberto Castillo

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